mayo 04, 2009

Crónica: FLACO SOS UN GENIO (laopinion.es)


Él solo, la mayoría de las canciones a piano, más dos a guitarra eléctrica y una a capela, cantó en el Auditorio y todos cantamos con él. Enérgico, romántico, anárquico, poeta de Thelma y Louise y los bajos fondos; expresivo, rebelde, encantadoramente loco. Fito Páez.

DANIEL MILLET SANTA CRUZ DE TENERIFE Vivir casi una hora y media de un solo de Fito Páez tiene dos problemas: que siempre se quedará corto y que te quedas con la nostalgia de no haber escuchado con toda la banda esos himnos que se han convertido en bandas sonoras para tantas existencias anónimas. Incluso para los desapegados pudo resultar hasta empalagoso y anárquico. Pero para los seguidores de este enérgico flaco de Rosario (Argentina) con pinta de concertista loco, que desata tantas pasiones encontradas, es sencillamente una delicia, un latigazo de poesía urbana, minimonólogos y buena música (rock popero muy personal versionado a un solo de piano, más dos temas a guitarra eléctrica y otro a capela), en el que esa fastidiosa manía que tienen algunos de cantar los temas que está interpretando a quien uno realmente quiere escuchar se convirtió el viernes, en el Autitorio de Santa Cruz, en una necesidad del guión que terminó por redondear una noche en la que cantó Fito y cantamos todos con él.
El mejor homenaje que jamás se haya cantado a la maravillosa película Thelma & Louise (la canción Dos días en la vida: Salieron en un coche / descansaron en un bar / con mejicanos, margaritas / dos chicas: una sabe mentir / eligen una mesa, un par de tragos y a bailar / Thelma y su cowboy que ahora la saca de allí...), la impactante canción de amor (¿o desamor?) que le dedicó a su ex mujer Cecilia Roth de la mano de ese otro flaco portentoso, llamado Joaquín Sabina, cuyos egos terminaron chocando delante mismo de la multitudinaria parroquia (qué presagio llamar a aquella sociedad Enemigos Íntimos), la contagiosa alegría de Mariposa Tecknicolor (cuántos bailes a sus lomos en el coche de Ramón Alemán y en el estudio de revelado de Santiago Ferrero), la marcha psicodélica de Circo Beat... Putas, sexo, gloria, fasos, rebeldía, Buenos Aires, Soledad, la versión musicalizada del poema de García Lorca Romance de la pena negra...
Y ahí estaba Fito, solo y con todos, con sus gafas oscuras, arropado por los típicos grupos de fans de compatriotas suyos (varios con el equipaje del Rosario Central) con los que se topa por todo el mundo, con una copa cerquita para enjugar las transiciones, megaexpresivo como siempre, dejando caer hacia atrás sus rizos y su espalda desgarbada, expandiendo los brazos como si fuera a volar... Alguien del público le pidió Cecilia. "Uf, mejor no le preguntés por mí a Cecilia. La seguimos queriendo mucho. Hablando de Cecilia...". Y la cantó, no sin hacer una mención "al culebrón" que protagonizó con Sabina. "Yo sé que mi vida es un desastre", apuntó en otro momento y él mismo gusta de metaforizar en sus propios temas con esa sinceridad brutal que lo caracteriza. "¡Te amo, Fito!". "Dale, gordo". "¡Arriba Rosario!". "Oe, oe, oe, oe, Fitoooo, Fitooo!". De repente, desde una esquina del Auditorio, alguien soltó "¡Viva Las Palmas!". "¿Qué dijo ésa?", preguntó. Entonces se tomó otro sorbo de la copa, devolvió sus dedos huesudos al piano, se detuvo por un momento a coger aire, soltó el típico "¡Gracias Tenerife!" y prosiguió con el repaso a los principales temas de una carrera prolija y exitosa de 17 discos en la que ha compartido con gente de la talla de Charly García, Juan Carlos Baglietto, Luis Alberto Spinetta o el concertista Daniel Piazzolla.
El mejor Fito es sin duda el de la banda, las cervezas, el Luna Park o un escenario parecido en el que se pueda bailar, no un Auditorio de ciencia ficción sin espacio, en el que no cabes ni te puedes mover; ahí, encorsetado, reprimiendo las ganas de saltar y hasta abrazarlo (un espectador llegó a plantarse en el escenario para regalarle una bufanda del equipo de fútbol de Rosario). Pero aún así, con sus desajustes, su ego, sus caprichos, su desorden, su tendencia al divismo; él solito, a secas, sin nisiquiera hielo, es capaz de contagiar esa energía electrizante, ese vigor que es al fin y al cabo expresión de una personalidad expansiva, de un talento eruptivo. Porque, flaco, sos un genio.