Texto: Juan Martín Grazide
El creador de himnos tan poderosos como “11 y 6”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “Tres agujas” y “Polaroid de locura ordinaria”, entre tantísimos otros está aquí posando ante la cámara con una tranquilidad que asombra. Tal vez uno tenga la idea de que un rock star se la pasa saltando de un lado para el otro, pidiendo whisky y asistentes todo el tiempo. Así nos enseñó a pensar la industria del rock. Pero no. Fito Páez -el tipo que puso las canciones en tu walkman en la ciudad de los pibes sin calma en casi treinta años de historia con la música- está en paz, con humor y reposado. Se le nota en la cara. Será tal vez el reposo de un guerrero que este año entró en las cinco décadas de vida. Será porque está muy afianzado en su rol de padre de dos hijos. Será porque ya no necesita sólo del rock para expresar sus ideas. Quién sabe. Fito –así todos lo conocemos, ni hace falta agregar su apellido- sigue en la lucha artística, sigue inquieto, sigue aportando a la causa nacional, y ya no le importa que sea sólo con la música: el rosarino filma y también escribe –acaba de debutar con “La puta diabla”, su primera novela.
Este año cumplió 50 años. Todo un número. Y este año también festejó el 25 aniversario de la creación de “El amor después del amor”, el disco que más vendió en la historia del rock argentino. Además de la novela, editó un disco con material añejo que quedó desechado de otros discos, que tituló “El sacrificio” y que contiene canciones que volvieron a mostrarlo en su faceta más oscura, como a finales de los ochenta cuando demolió hoteles con el disco “Ciudad de pobres corazones” y mandó al diablo de un día para otro a su imagen de cantor bienhechor que construyó con discos imbatibles como “Del 63” y “Giros”. A finales de este año ofrecerá otro disco con material que no pudo ser incluido en otros álbumes anteriores que posiblemente titule “Marietta”, pero que no será oscuro sino más bien lírico. En octubre de este año también habrá novedades: Fito publica su disco número 20 en estudio (sin contar sus cuatro álbumes en vivo) llamado “Yo te amo”. Con la simpleza de esa afirmación bien marcada en la tapa. Fito eligió a Cielos Argentinos para escuchar en exclusiva el disco y para hablar de cada una de esas canciones, que sería casi como hablar sobre su vida porque ninguno como él supo expresar sus necesidades, sus simplezas y su rutina rockera en su propia obra. Así arranca el recorrido por el universo Páez.
-El disco comienza con “Yo te amo”, la canción que lo titula, una especie de declaración bien concreta en tono pop…
- Es un tema lindo y sencillo para abrir un disco, que tiene algún guiño a los ochenta, casi un homenaje a la canción “Tuve tu amor”, de Charly García. Nada más sencillo que decir yo te amo, no falla. Obvio que no hay que abusar mucho de eso. Las personas que te dicen te amo todo el tiempo no te aman ¡No me lo digas tanto! Aquí en el tema se lo dice un flaco a una flaca como en un momento de revelación. Juega fuerte él porque es la primera vez que la ve.
- Hay primeros encuentros en los que uno no se equivoca al decir te amo…
- Si, tiene que ver con la seguridad con la que nos metemos en el juego. Este tema apareció al final. El disco estaba ya todo grabado. Tuve a mis músicos a presión un mes y medio. Y al final digo que hay un tema nuevo. “Uyyyyy!!! No llegamos, no lo pongas”, me dicen todos. Los hice enchufar todo de nuevo y la cosa se armó en el momento, durante una tarde. Hay que estar atento a esas cosas.
- ¿Te das cuenta fácil cuando hay un tema que tiene que grabarse?
- Si, porque tengo oficio. Aparecen la letra y la música como un regalo.
- Luego sigue “Margarita”, un tema que hiciste para tu hija, muy Beatle…
- Muy “harrisoneano”, si. Es para mi niña, que se llama así.
- Es divertido cómo te metés en el “mundo niño”, las imágenes que construís…
- Es mi familia. Es donde vivo. Es el lugar de pertenencia, lo más profundo. Me cuesta salirme de ahí porque es todo inocencia, alegría, inteligencia y humor. Mis hijos me enseñan a ser padre. Si como padre estás perdido ellos tienen mecanismos que te indican cómo debés ser para ponerles límites. Cuando no sabés cómo reaccionar ellos van a hacer algo para que vos aprendas. No sé por qué funciona así. Con mis dos hijos, que son bien diferentes, funcionó de esa manera. Eso es muy hermoso porque realmente hay una conexión muy particular, absolutamente específica, intransmisible, que hace que eso sea el magma de la vida, lo más importante. Y todo lo demás está puesto en perspectiva a ese núcleo. Inevitablemente entonces “Yo te amo” tiene ribetes afuera de la vida amorosa. El amor es más grande que un romance. “Voy a estar con vos para que veas abrirse el mundo como una flor, quedate tranquila”, dice la canción.
- “Perdón”, la siguiente, es una canción romántica y habla de que en el amor (siempre que sea sincero) hay que saber perdonar…
- Es una canción que envuelve un vínculo pasional, en la que un pibe se mandó una cagada grande, y ella lo sigue queriendo igual. También le dice “perdonate”, porque ella también se portó mal. Son cañitas al aire, está todo bien. Bueno, en realidad está mal pero tampoco te tenés que volver tan loco con eso. Porque lo que pasa con nosotros es más importante que ese detalle. Son cosas que uno aprendió de la vida. Me parece que es muy hermosa la idea del perdón; te permite la posibilidad de avanzar. Lo importante es vivir sin odio, ni rencores.
- Muchas veces pesa más el orgullo que el perdón…
- Claro. El perdón tiene algo de dejar ir. Que pase, como un sentimiento más. Y no quedarse atrapado a la idea de “lo mal que me hizo”. Hay algo muy místico y religioso en eso. Está bien, la cagué, perdoname. Es una forma de vida. Y si no me perdonás no pasa nada (se ríe). Pero por lo menos reconocé que la cagaste.
- Me acuerdo que en una época considerabas a la canción “Yo vengo a ofrecer mi corazón” como un tema bienhechor, un poco te habías enojado con él…
-Yo venía muy bandeado, muy punkete en esa época. Me acuerdo que en un camarín del antiguo y querido Cemento apareció el Indio Solari y me dijo “che, no tenés que decir eso de esa canción, no está bien porque es muy hermosa”. Era el Indio Solari el que lo decía, que era un hombre adulto, inteligente y veía que ahí había una música que tenía más significados que mi coyuntura personal. El tema era más grande que yo, que mis circunstancias. Eso es lo que me quiso transmitir muy cariñosamente. Y me hizo muy bien, porque inevitablemente hice un proceso de vuelta con esa canción y hoy es para mí es una de las más importantes que compuse, sin dudas.
"Mis hijos me enseñan a ser padre. Si como padre estás perdido ellos tienen mecanismos que te indican cómo debés ser para ponerles límites"
- El cuarto tema es “Ojalá que sea” y está dedicado a Julia Mengolini, tu actual pareja…
- Es mi “Julia”. En el tema no estamos afirmando nada, estamos probando para ver que funcione. Todos los vínculos que uno arranca los comienza en positivo, no hay manera de que no. Es linda, una canción con palabras sencillas. Es una manera muy hermosa de decirle a alguien que la querés.
- Siempre cuando escuchamos tus canciones nos acordamos de tus chicas del momento…
- Es inevitable. Uno siempre va a John Lennon cuando piensa en esto. A veces me criticaron por ser tan autoreferencial. Muchachos, ustedes viven en el mundo de la objetividad. Yo no. Yo hago mis canciones con las cosas que me pasan a mí ¿está mal? ¿en que decálogo académico figura que eso está mal? Yo creo que esto puede generar un poco de miedo en el otro, o pudor. “Ayy, cómo va a decir esto”. Y a mí me chupa un huevo. Siempre hablábamos con Alan Pauls sobre John Cassavetes, sobre que él es familia y alcohol, claramente. Toda su obra está marcada por esos dos materiales. Están en todos sus filmes. Lo mismo que en Lennon. Lo mismo que en Fellini. Lo mismo en cualquier artista que se exprese. Hay como una especie de moral escondida en la cual habría una suerte de manera ascética de hacer las cosas sin involucrarte. Y en general, no sólo con la música popular. Todas las personas estamos vivas en la acción, en el cuerpo, en la pasión. Yo entiendo que haya gente que haga eso, es más considero que ha habido artistas extraordinarios que han trabajado de esa forma. Bach, por ejemplo. Pero no vamos a negar que metiendo tu cuerpo y tu experiencia adentro se pueda hacer algo maravilloso. Sos muy egocéntrico, le decían a Nanni Moretti. ¿Quién filmó “Caro diario”, vos o él?
- Sigue “Por donde pasa el amor”, una de las más experimentales del disco…
- Casi no entra. El álbum estuvo atado a ciertos axiomas: canciones cortas, con acordes mayores. Las canciones tenían que cerrar en Sol mayor, no en Mi bemol. La canción comienza siendo eso musicalmente y de golpe se quiebra todo. Aparece el tajo Páez. Empieza siendo una canción folclórica, que me recuerda algunas cosas de Chabuca Granda por el tipo de acordes. Y después de va al carajo, y ya la idea del amor comienza a tener otro punto de vista. Acá vinieron con la cruz y con la espada y se cargaron a todos con la idea del amor. El amor es extraordinario, es una bestia grande que vamos a cuidar y a correr a todos del paso para obtenerlo pero según quién se ponga en la boca la palabra amor puede adquirir diferentes significantes. Y hay cosas atávicas e históricas de las cuales alguien que hace una canción sobre el amor no puede dejar afuera. Una de esas es la masacre americana.
- Aquí aparece el rapeo típico tuyo, el que impusiste en “Tercer mundo”…
- “Tercer mundo” fue el primer rap en castellano. Eso no lo cuenta nadie pero es así. En el tema digo “hagámonos dueños de nuestro destino, sólo hay que enfrentarse a uno mismo y luego ver qué cara nos devuelve el abismo”. La fiesta de verdad está en verse, el problema no es de otro, es de uno. Me gusta pensar eso a los cincuenta años. No es él, soy yo. En todo caso, nosotros.
- Luego aparece una joya, también muy típica tuya: “La canción del soldado y Rosita Pasos”, la historia de un ex combatiente de Malvinas y su enamorada…
- Nadie dejó de llorar cuando canté ese tema. La primera parte de la canción el soldado va haciendo un recuento de las cosas que suceden en la batalla. Y en la segunda parte aparece Rosita y los dos se enamoran. Pero él no puede porque quedó atrapado en la guerra con sus fantasmas. Hay miles de casos así. Él no puede amar y ella sufre. Y no es con ella. El le dice “te juro que no es con vos”.
- ¿Te resulta difícil meterte con asuntos tan complicados de nuestra historia?
- Son temas inevitables. Es un problema tuyo como célula de un organismo que es la nación argentina. Vos sos una célula a quien los efectos de ese hecho traumático te tocan. A veces la vida intelectual es tan desarraigada a la vida sentimental, en prioridad de cuidar los mecanismos académicos. El intelectual que no le aporta nada a la tribu no sirve para nada. No te podés sentar a observar una guerra o un conflicto; tenés que participar. Mi íntima responsabilidad como hacedor es estar involucrado con las cosas que me tocan. Si eso no tiene buena prensa no es un problema mío. En todo caso ya es un problema social: que la gente quiera vivir con otro tipo de conciencia. Yo quiero que mis hijos crezcan con guirnaldas de colores y con caballos con alas, pero también hay un mundo de afuera que no es así.
- ¿Te salió rápido esta canción?
- Me agarró una locura con la quinta de Mahler, que es una obra cumbre sobre la melancolía. Cada vez que la escuchaba me mataba. Tengo toda la cronología de cómo hice el tema. Era una pieza de ópera para cuerda, a tempo lentísimo. Iba a ser una canción a lo Serú Girán al principio, pero decidimos hacerlo con piano y voz. Y ahí ganó.
- En “Las luces de la ciudad” contás de alguien que se va de su pueblo porque se hartó de sacar a pasear al perro…
- Si ¡Chau mamá, chau papá! Es un momento en la vida. Todos nos fuimos de casa. Es un gran momento de la vida.
- Y en “Tu everest” volvés a la idea del perdón en la pareja…
- Es una canción muy Stone, muy Prince pero con algunos toques melancólicos que sus canciones no tienen.
- Se nota que no te gusta vincularte al amor desde un lugar loser…
- Es que no lo soy. A mí el loser en la canción me da mucha bronca. Es tan fácil. Paren, dueños de la verdad absoluta. Paren con el whisky, boludos. El amor no está dicho desde un lugar banal. En el amor está dada la idea del despojo, de la experiencia de salirse de uno. Valió, nena. No funcionó pero valió. Cambiamos.
- Luego vienen “Nadie como ella”, un tema sobre una pareja de dealers y “Sos más”, esta vez para tu hijo Martín…
- Le digo “siempre voy a estar muy cerca tuyo tomando tu mano, no importa lo que pueda pasar, yo siempre voy a estar de tu lado”. Por mi hijo me pongo delante de la bala. Es una entrega de amor absoluta, total. Nada va a sucederles a mis hijos mientras yo esté vivo. Yo los voy a bancar en todo. Después adentro de casa resolvemos. Vos contás conmigo para el afuera.
- ¿Vivís relajado el tema de la paternidad?
- He logrado establecer un vínculo con ellos: me cuentan todo, o me dan señales para que me entere de todo. Es una gran experiencia criarlos, una de las más fuertes de la vida. Sólo construyen. Son los protagonistas absolutos de la historia.
- El último tema del disco es “La velocidad del tiempo”, y hablás de Gustavo Cerati…
- Sí. Pasé a verlo el día que empezaba a grabar en su estudio. Era la segunda vez que lo veía así. Sabíamos que iba a haber una energía maravillosa en ese estudio. Le fui a contar todo. Durante el transcurso de la grabación era inevitable sentir su fuerza. Era una contundencia inevitable. La canción apareció sola. La tocamos en una sola toma, como hacía él. No estuvo tan mal y tuvimos suerte, le digo en la canción. “La vida es locura, nadie tiene razón, hay signos girando en el espacio a la velocidad del tiempo”.
- También le contás que “se nos voló Luis”…
- Le cuento que se fue Spinetta, porque él no lo sabe. Me parece una canción linda para cerrar el álbum. A los cincuenta años las cosas se pueden decir más claras, sobre todo sobre las cosas más básicas y esenciales.
- ¿Cómo es vivir sin Spinetta?
- Está presente permanentemente en las charlas con amigos. Todavía no lo podemos entender. Yo lo vi en su instancia final. Es una situación extraña.
- Es extraño como la muerte pone las cosas en su lugar…
- Lamentablemente. Es una idea muy nietzcheana esa. No me gusta mucho que sea así. A veces prefiero vivir en la ilusión de que eso no va a suceder. En algunos aspectos de la vida no quiero vivir con la realidad. Sé que hay un cuerpo muerto pero se me hace muy difícil comprenderlo. Lo que sí están son sus músicas. Y eso es un tesorazo. En algún momento va a haber alguien que va a entender la riqueza musical de eso y que va crear una cátedra en alguna universidad de música que se llame Spinetta. Para enseñar lo que es la invención en la música. Se puede enseñar con el método europeo clásico y alguna vez, para aprobar la carrera, tendrás que pasar por el método Spinetta. Esa sería una manera de comprender la riqueza de él como individuo y como artista. Realmente no hay nada en el mundo parecido a lo que hizo él. Extrañamos mucho su humor. Pero la vida sigue para adelante.
- Tus opiniones últimamente levantaron polvareda…
- Cuando me pongo muy serio me veo pavote. No es tan dramático todo. No tires mala onda, construí. Hay ciertas normas civiles que hay que respetar para vivir en democracia. Como por ejemplo cada cuatro años los presidentes se pueden cambiar. Hay que esperar cuatro años. No es tanto, no te preocupes. Es básico y elemental. En la Argentina se vive como mucha gravedad este tema, no existe en ningún lugar en el mundo; igual creo que somos un país muy jovencito. Hay que concentrar la vida en los intereses positivos, en construir. Ese es un pulso que por suerte tengo. No me puedo quejar de nada. He hecho siempre lo que quise. Nunca respondí a nadie. Y eso también paga un precio, pero a la vez te trae muchas satisfacciones.
Nota publicada en la revista Cielos Argentinos
