septiembre 07, 2005

Nota de Diego Mancusi 10musica.com


FITO PAEZ: Rock de salón
En su nuevo disco “Moda y pueblo”, el rosarino repasa las mejores páginas de su repertorio en plan sinfónico.

07.09.2005 -
No creo mucho en la división entre música popular y música culta”, dice Fito Páez, en una charla a solas con 10música.com.
Y habrá que creerle: después de todo él, el artista más vendedor de la historia del rock nacional (su disco El amor después del amor se mantiene en la cima desde 1992) acaba de editar un álbum, Moda y pueblo, en el que acompañado por un quinteto de cuerdas dirigido por el maestro Gerardo Gandini, acerca mundos que algunas vez tuvieron rasgos comunes y hoy, distanciados por una coyuntura mediática desfavorable, parecen antagónicos.
El título del disco mezcla lo sofisticado con lo masivo.
¿Pensás que te definen como artista esas palabras?
No sé... me parecía que eran dos palabras que siempre inquietaron mucho, a veces una más que la otra. Y me parecía que todas las músicas del álbum, en algún momento de su existencia (la época en que se compusieron, la forma en que fueron tocadas o la forma en la que fueron recibidas por la gente en alguna época) se podían tocar con esas dos palabritas. A mi eso me inquietaba, y creo que generó eso en alguna gente. Pero no tiene ninguna pretensión de revelar nada, son dos palabras. No vas a encontrar nada dentro de dos palabras, ni siquiera en “te amo” (risas).
¿Es contradictorio lo trabajado y lo popular hoy?
En otro momento no, pero ahora sí. Cuando escuchábamos a Los Beatles, estos llenaban estadios y vendían discos: se podía decir que el mundo estaba en otro momento. O una parte del mundo, la parte curiosa, que quería salirse de la manada, era más grande que ahora.
El hecho de que te hayas volcado a un formato sinfónico,
¿no será entonces una reacción tuya a la chatura que ves en la música actual?
Por supuesto que es una decisión poner ese repertorio con esas dos palabras. Y lo inquietante es ver qué te pasa a vos con eso, no qué me pasa a mi. Eso es la música que yo vivo en mi casa.
Yo escucho Matita perê de Jobim, Piazzolla, Charly, Stravinsky... no es algo que me sea raro o que haya tenido que preparar especialmente. Yo toco de esta forma y hago estas cosas. Repito: no creo mucho en la división entre música popular y música culta, eso es una cosa que he discutido mucho. Me parece que la música es un lenguaje, un mapa gigante, y vos podés hacer cualquier cosa. Si conocés la tela podés hacer una super canción con tres acordes y después ponerte a pensar formas más abstractas, sabiendo qué estás haciendo.
¿Cómo elegiste las canciones para Moda y pueblo? ¿Por simpatía o por cómo se adaptaban al formato?
No, había canciones como “Dar es dar”, que es una canción pop básica y funciona. O un tema como “Te aliviará”. Es un poco lo que nos gustaba a Gerardo y a mi. Pero de todas formas también los cambiamos los temas. Si bien tenemos un repertorio básico con el que nos movemos desde hace un tiempo, vamos incorporando nuevos arreglos y nuevos temas. No es un espectáculo inmóvil. Estamos en acción: todos los días se nos ocurren cosas nuevas. La elección de los covers (“Muchacha ojos de papel” de Luis A. Spinetta, “El otro cambio, los que se fueron” de Litto Nebbia y “Desarma y sangra” de Charly García) también fue simbólica.
No tengo una pretensión musicológica con ellos, pero sí la tengo para mí. Para mí son tres autores muy importantes dentro de la música popular en castellano en el mundo. Porque también hay tantas versiones sobre las cosas que te da un poco de miedo. Miedo no, en realidad, porque de hecho la obra está ahí y no necesita que la defienda nadie. Pero bueno, de golpe te tenés que enfrentar con cada palurdo que te llama la atención.
Varios rockeros hicieron discos con arreglos sinfónicos.
¿Cuál te gusta más? ¿Alguno te influyó?
El que más me gustó de todos, y que a partir de ahí me gustó la idea de trabajar con un cuarteto de cuerdas, es The Juliet letters, de Elvis Costello con el Brodski Quartet. Ese fue un disco que me impactó, sobre todo por la invención que habían hecho los tipos ahí.
El Fito de 20 años, recién llegado de Rosario,
¿se imaginaba tocando con una orquesta sinfónica?
No, no me imaginaba nada. Estaba viviendo como podía; la cuestión era que me alcanzara para el Gancia y para pagar el alquiler (risas). Pero también tenía muchas inquietudes de hacer. Después por supuesto que conocer ciertas personas y ciertos artistas es enriquecedor: son experiencias que te llevás con vos y te hacen hombre. Pero no me imaginaba nada. Para mi, tocar con un quinteto de cuerdas, con una sinfónica, o tocar el piano solo en casa, o hacer un cuarteto eléctrico, es lo que pida ese momento. Son formas nada más, no hay que sobredimensionar tampoco ese punto. Lo que sí es interesante es pensar que ha pasado con la música de este lado del mundo, como ha influido la aparición mediática, el fin de las dictaduras, la tecnocracia, los aparatos mediáticos dentro de la expresión humana de la música. Básicamente la expresión espirituosa queda afuera, y todo se habla en términos de venta, de éxito, de profesionalismo. Lo más curioso es que explotó todo eso y no han surgido autores. Es un buen tema para pensar: cómo en la Argentina, un país con una tradición centenaria en la inventiva autoral y musical, ha desaparecido la genialidad en la última década. Los pibes hoy no quieren saber música: quieren ser famosos.
¿Tenés más proyectos en vista?
Terminé Moda y pueblo, hay otro disco que lo vamos a grabar el año que viene (que en un 70% ya está hecho) y después hay otros proyectos. Hay un disco con música de Nebbia, Spinetta y García, y otro que a lo mejor es un álbum en vivo con Matita perê de Jobim y una música basada en Los siete locos que haríamos con Gerardo Gandini. Proyectos hay varios. Entrevista: Diego Mancusi