mayo 06, 2006

REVISTA SAL! NOTA COMPLETA



FITO PAEZ
“Sí, soy un padre baboso”

A los 43 dice sentirse pleno. Sin asegurar que se separó de Romina Ricci, les adjudica su felicidad a sus hijos, Martín y Margarita. Una charla mientras filma su nueva película. Y se babea...
Constanza Durán cduran@clarin.com

Fito Páez habla pausado. Es un hombre que cuando se queda pensando una respuesta, fija la vista en un punto cualquiera (que no es precisamente los ojos de su interlocutor). Puede ser una pared blanca, una planta o un mueble, y allí pasa un buen rato hasta que larga la frase que estuvo armando en su cabeza. Entonces, su voz saldrá acompañada de miles de gestos que sus manos dibujarán en el aire a un ritmo aceleradísimo. A no ser por eso, su marca registrada, a él se lo ve bastante tranquilo y calmo, casi con paciencia zen. Como si realmente estuviera disfrutando la vida, y, en especial, este momento que lo encuentra con 43 años y bastante distinto, físicamente, al que fue hace varios años. A saber: ahora tiene algunas arrugas en la frente, usa unos anteojos cuadrados más modernos y una barba estilo “¡Ups! me olvidé de afeitarme”. También tiene el pelo mucho más corto y más oscuro que entonces y, hasta podría decirse, que con menos rulos. En cuanto al “estado del alma”, él mismo se ocupa de resumirlo: “Hoy puedo decir que estoy pleno y disfrutando cada proyecto que encaro y, sobre todo, disfrutando de mis hijos que son los que me estimulan. Hay algo en ellos que me resulta extraordinario”.

Los motores de Fito -así los llama él- son: Martín (6) -el niño que adoptó con su ex esposa, la actriz Cecilia Roth- y Margarita (2), de su relación algo misteriosa con Romina Ricci. Misteriosa porque, aunque no viven en la misma casa, ellos no confirman ni desmienten si están separados o si sólo se trata de una relación cama afuera. En esta nota, Fito evadirá la cuestión, pero eso ocurrirá más adelante.

-¿Qué actitudes de tus hijos te resultan tan estimulantes?

-Absolutamente todas. Desde estar con ellos, ver cómo juegan y enrollarme en sus juegos todo lo que puedo. Me encanta verlos crecer. Son insólitos y me enseñaron que está bien ser así. Además, son atrevidos y no tienen moral, dicen barbaridades y muchas veces dicen verdades absolutas de una manera muy seca. Son malos y al minuto son ángeles. No hay en el mundo una persona que no sea capaz de apreciar esto. Ser padre es una experiencia que les recomiendo a todos, nadie se lo debe perder.

-¿Qué cosas ves de vos en ellos?

-Bueno, Martín camina igual que yo, es muy gracioso. En cambio, Margarita tiene mis hombros y hasta algunos de mis gestos... Es muy fuerte. ¿Parezco un padre baboso? Sí, soy muy baboso de mis hijos. (Risas).

-¿Y alguno se inclina por la música o la actuación?

-Están creciendo entre escenarios, salas de ensayos, aviones, guitarras, teclados y libros tirados en el piso. Es lo que ven en sus casas. Trato de no bajarles línea, si les interesa leer un libro o tocar una guitarra, bien, pero si no, también está bien. Jugando me han roto varios parlantes y varias guitarras, pero no soy de decirles: “Chicos, siéntense acá que vamos a tocar el piano con papá”. Ellos tiene que ser lo que quieran y si salen contadores los voy a amar igual. Es más, posiblemente necesite un contador (risas). ¡Entonces sería genial!

-Estás filmando una película, “¿De quién es el portaligas?”, trabajás en un nuevo disco y vivís en Rosario, pero los chicos viven en Buenos Aires. ¿Encontrás tiempo suficiente para disfrutarlos a pleno?

-Todo el tiempo libre que tengo es para ellos; son lo más importante. Me encanta llevar a Martincito a la escuela, ir a las reuniones de padres. Es parte de la vida, del negocio de estar aquí, y ellos lo necesitan. En cuanto a Rosario, desde hace dos meses que vivo allá pero, en realidad, yo vivo en los aviones. Tengo una vida muy nómade y estoy cómodo con eso. Desde que me fui de Rosario, nunca paré de moverme.

-Siempre que encarás algo nuevo, volvés a tu ciudad. ¿Es la nostalgia que te hace regresar?

-Es muy importante Rosario para mí. Con los años te das cuenta de que ese barrio donde pisaste las primeras baldosas no es igual a otro. Me siento cómodo, como si fuera el dueño de la cuadra. Es pisar sobre seguro.

Esa seguridad de la que habla Fito sólo la dan los lugares que uno conoce tan de memoria que podría sacar de cada rincón un recuerdo. Eso es justo lo que le pasa a él. “En la plaza de la ciudad, le di el primer beso a mi primera novia, allí también estaba el “Aceituna” –el guardián de la plaza- que más de una vez me corrió con un palo en la mano; en esas calles, mi viejo me enseñó a manejar...”, recordará a medida que revise su historia. Rodeado de esas imágenes –la plaza, las calles- nació Fito Páez allá por el 63. Su mamá, Margarita, era concertista de piano y murió cuando él apenas tenía 8 meses. Lo criaron su papá, Rodolfo, y sus abuelas. En esas calles rosarinas, también aprendió a jugar al fútbol y a tocar el piano.

En su adolescencia, Rosario fue la primera ciudad que lo escuchó cantar en grupos desconocidos hasta que en 1981, Juan Carlos Baglietto (rosarino, también) lo incluyó en su banda. Gracias a ese salto, un año después, Paéz llegó a Buenos Aires y no pasó mucho tiempo hasta que Charly García lo invitó a tocar con él. “Me puse a llorar”, dijo y repitió sobre ese momento.

Fito grabó su primer disco solista, “Del 63”, en 1984, después –ya alejado de la banda de García-, vino “Giros” (1986), en el que aparecían temas como “Yo vengo a ofrecer mi corazón” y “11 y 6”. “Son canciones que amo mucho; el público y el tiempo les dieron una dimensión. En general, coincido con el gusto de la gente”, dirá cuando hable de sus hits. “Fueron hechos como todos los demás temas: adentro de una habitación, con un piano o una guitarra, pero es cierto que marcaron, al menos, a un par de generaciones”. Los discos y los éxitos siguieron, pero en lo personal algo marcó trágicamente su vida. En 1986, su abuela y su tía abuela (las dos mujeres que lo habían criado), fueron apuñaladas por dos jóvenes, uno de 19 y el otro de 24 años, ambos fans del músico. Cuando la policía los detuvo, los asesinos dijeron que lo habían hecho para ser tan famosos como Páez. Tanto dolor dio paso a “Ciudad de pobres corazones”, el disco más oscuro de toda su carrera. Pero la vida le tenía preparado un giro y algo de luz. Después de su relación con Fabiana Cantilo, en el verano de 1991 se cruzó con la actriz Cecilia Roth. El encuentro, aunque no fue el primero pero sí el más efectivo, fue en Punta del Este, en una fiesta de disfraces. Ella se vistió de deshollinadora y él, de Fito Páez, claro. El flechazo fue instantáneo: Cecilia dejó a su marido, Gonzalo Gil, y él abandonó el estudio dónde solía dormir porque no tenía casa. Tanto amor y tanta pasión se sintetizó en “El amor después del amor”, un disco que con 700.000 copias se convirtió en el más vendido de la historia del rock argentino. También, fue la etapa en la que se lo acusó de frívolo por sus roces con la farándula y alguna excentricidad... Pero la vida continuó. La pareja adoptó un chico, se casaron; ella fue la protagonista de la primera película que él dirigió, “Vidas privadas”, y tiempo después llegó el divorcio, con rumores en el medio y más discos atrás, donde canalizar emociones. Siempre se dijo de Fito que era el más biográfico de los músicos. “Siempre hay algo de uno en los discos, pero no es necesario estar aclarándolo. Mejor que cada uno interprete lo que tenga ganas”, dirá sin darle demasiada importancia al asunto. Luego de un impasse amoroso, apareció en su vida la actriz Romina Ricci. Fue en 2003. Se conocieron en una quinta de amigos en común. Un año después, nacía Margarita Páez.

-Mucha agua pasó por debajo del puente....

-Y... ya tengo 43 años. Pero está buena esta etapa y cada año que pasa se pone mejor. Me da la sensación de que el secreto está en disfrutar el paso del tiempo. Por supuesto que todo termina en el mismo lugar... adentro de un cajón (risas) y eso, en el mejor de los casos.

-¿Pensás en la muerte?

-Soy consciente de eso. A medida que pasa el tiempo, uno va tomando más consciencia del abismo y eso hace que puedas disfrutar todo mucho más.

-¿Imaginaste llegar hasta este punto?

-Lo que no me imaginaba cuando era más joven era llegar a este punto con un país en la situación en el que está el nuestro. En 1972, vi “2001 odisea del espacio”, de Stanley Kubrick. Entonces, yo pensaba que para esta época íbamos a estar en naves espaciales y, sin embargo, estamos en el 2006 con una crisis infernal, donde temas fundamentales deberían ser atacados de manera radical. Si no lo hacemos, seguiremos en la rueda de la hipocresía, donde el sistema político está montado para hacer plata, nada más. En la medida en que eso cambie, puede ser que aparezca un país para bien. Un país se hace siendo claro, lo más posible. Hay mucho boludeo: levantamos el dedito pero no tocamos el piano.

-¿Qué pensás del presidente Néstor Kirchner?

-No lo conozco. Por algunos gestos de él, lo intuyo como un hombre muy vital. En algunos aspectos, me parece que está muy bien y en otros, no tanto. No sé exactamente cómo juzgarlo. Me gustaría que diera un plan. Que me pueda levantar y leer un plan de gobierno para opinar sobre él; si no, lo único que veo son balbuceos. Se supone que la macroeconomía está funcionando, pero la verdad es que no es un tema que yo maneje con precisión.

-¿El músico no debe ser oficialista?

-Las personas tienen que estar sueltas, y un artista también, porque si no, hay cosas que no podés decir. Y en el arte de la malicia, de la incorrección política, y de los malos pensamientos, es totalmente necesario. No te podés andar cuidando de que tal funcionario te parezca esto o lo otro. Me parece que la posibilidad que te dan las formas es poder revelar cosas afuera de los aparatos oficiales. Eso no quiere decir que te transformes en un desestabilizador. Hay que estar suelto.

De todas formas, eso no quiere decir que no puedas estrecharle la mano a un presidente. Atacar esas acciones es cosa de patoterismo, de un país poco adulto.

-¿Te ves muy distinto al que fuiste en tus comienzos?

-Me veo más directo, voy al grano y con las cosas que no me interesan ni siquiera me distraigo. Con el tiempo también aprendí a ser paciente, pero en el fondo siempre sos el hijo de tu madre y de tu padre, eso es inevitable.

-Hablás mucho del paso del tiempo, ¿te preocupa?

-Ahora lo estoy disfrutando. El paso del tiempo te da la posibilidad de decir qué querés hacer en tu vida. La vida te da, no te quita...

-¿Cómo es eso?

-La vida no te quita nada porque nadie te prometió un lecho de rosas, y eso está en los planes desde el comienzo. El punto está en no tener expectativas porque así te evitás las decepciones. No se puede vivir todo el tiempo en una nube.

-¿Eso de la nube tiene que ver con que alguna vez te la creíste?

-Y la situación es ésta: no podés salir de tu casa, vendés miles de discos y todos hablan de vos... Por momentos es inevitable que sientas que sos algo importante. Gran error (resalta). Pero es parte de una experiencia vital aprender que, como te subís al caballo, podés caerte. Y la verdad es que no hay caballo al cual subirse porque la vida es implacable.

-¿Y entonces?

-Lo más sano es ir a velocidad crucero para poder disfrutar más las cosas. Hay que tener humor, ingenio, no achancharse y, sobre todo, no perder la inteligencia del niño que uno fue alguna vez.

-¿Vos la conservás?

-Eso intento, los chicos me ayudan mucho, cuando digo alguna cosa que suena muy “gagá” me lo hacen saber al instante. Lo más importante es hacer este viaje lo más hermoso posible.

-¿Y cómo es mejor viajar: solo o acompañado?

-Depende del momento de tu vida y de las ganas que tengas. No es un mandato; lo más importante es estar cómodo.

La cara de Fito empieza a transformarse. Ahora, en vez de pensar las respuestas, se concentra en atajar las preguntas. Hay algo que está claro, que flota en el aire, no quiere hablar de la Ricci. Y menos aclarar si sigue en pareja o no con la madre de su hija, o si nada más los une una relación estrictamente profesional (Romina es la protagonista de su segunda película, junto a Julieta Cardinali). Cuando se trata de estos espinosos asuntos del corazón, Fito prefiere jugar a los sutiles sobreentendidos.

-¿Y vos ahora estás cómodo?

-Sí (risas)... Muy cómodo. (Más risas).