diciembre 08, 2006

Fito Páez: prolijo, certero y efectivo (Nota: Diario Los Andes, 07/12/2006)

Fito Páez volvió a Mendoza para ofrecer mucha música pero en el recital hubo poca emoción.


Walter Gazzo - wgazzo@losandes.com.ar
Fito Páez volvió a Mendoza y nuevamente ofreció un show de lujo, tal como viene sucediendo en los últimos años. Pero esta vez, varias cosas llamaron la atención, como por ejemplo la voz del rosarino: limpia, sin llegar a desafinar, melódica, encajando de la mejor manera en un concierto en el que todo fue muy medido, contenido, destellando en el momento justo y nada más.

Si a eso se le suma una sobria ambientación de escenario (un gran y genial mural lleno de dibujos alusivos al nuevo disco fue el telón de fondo), un juego de luces que se basó en destacar la desgarbada figura de Fito y un público tranquilo, que supo ser retado por el intérprete -algo que no cambiará más- por disfrutar el concierto parados en lugares equivocados, la noche del martes se convirtió en un deleite para las más de 1.600 personas que se dieron cita en el Bustelo.

La gira que trajo al rosarino a Mendoza fue con la excusa de presentar las canciones de “El mundo cabe en una canción”, su más reciente trabajo. De éstas, se destacaron por su belleza armónica temas como “Entrance” -con Fito solo al piano, después de pasear por canciones como “Flaca” de Calamaro o “Canción para mi muerte”, de Sui Generis-, “La hora del destino” -por su relato policial-humorístico- y la fortísima “Fue por amor”, una de las perlas de la noche.

Acompañado de un grupo superprofesional, donde Paul Dourge fue quien llevó la marca de los ritmos, Páez fue paseando por el soundtrack de la vida de muchos de los presentes y dejando egoísmos de lado revisitó temas como “Fuga en tabú”, “La Verónica” o “Cadáver exquisito”, en una versión sencillamente magnífica, que sólo pudo ser empardada por “Al lado del camino”.

A pesar de todo lo bueno que se veía y disfrutaba, también se pudo notar que el grupo estaba muy contenido. Muy pocas veces aparecieron momentos “sucios”. Es más, ni en “Ciudad de pobres corazones” hubo guitarras punzantes. Este Fito Páez 2006 está mucho más preocupado por la estética musical y eso se nota en la puesta que termina siendo distante, hasta falta de emoción en muchos momentos.

Después de dos horas y diez minutos de concierto llegó el final, con el público de pie. La preocupación por la prolijidad, por la efectividad sonora, por la luz justa, le quitó espontaneidad. A ninguno de los presentes les quedó duda de que fue un gran show pero también es cierto que otros momentos de Páez han sido mejores. Igualmente, todos se fueron con una sonrisa.