julio 23, 2007

Páez y Joví, juntos en escena.

El cantautor argentino y el rockero estadounidense ofrecen concierto en pro del Bosque de Chapultepec .

Julio Quijano y Natalia Cano
El Universal
Sábado 21 de julio de 2007

Entre el público, el concierto de Fito Páez se desarrolló, más o menos, a la velocidad de dos whiskies por canción. Eso fue a las nueve de la noche, pero 20 minutos después de las 12, justo cuando apareció Bon Jovi en el escenario, la velocidad ya había aumentado 50%.
Semejante vértigo provocaba un ruido enfadoso en el Anfiteatro Simón Bolívar, del Antiguo Colegio de San Ildefonso: los vasos chocaban para brindar por el automóvil recién estrenado, la adquisición del nuevo Iphone o la última conquista amorosa en playas paradisiacas. Las canciones de Fito Páez se perdían como el zumbido de un mosquito en una selva.

A la cuarta canción, el cantautor argentino se levantó de su piano y avanzó hacia el proscenio. Pero la velocidad de los whiskies no disminuyó, así que hizo señas para que apagaran las luces. Con el foro a oscuras, por fin cesaron los brindis, y Páez cantó sin micrófono: “¿Quién dijo que todo está perdido? / yo vengo a ofrecer mi corazón. / Tanta sangre que se llevó el río, / yo vengo a ofrecer mi corazón”

Fue entonces cuando el público por fin aprovechó los 500 dólares que les costó cada entrada para este concierto en beneficio del Bosque de Chapultepec. El entusiasmo que acumularon con las bebidas espirituosas lo sacaron al corear “En tiempos egoístas y mezquinos / en tiempos donde siempre estamos solos”.

Luego siguió “Tumbas de la gloria”, en cuya introducción Fito confesó que ya no es el mismo de antes: “Esta es una de las canciones que provocan el comentario: es muy buena, lástima que ahora Fito ya no hace la música de antes. Pues claro que no, porque aquellos momentos son únicos y no se repiten. Esta canción la escribí con una guitarra desafinada en un cuartucho de París”.

Cerró con “Mariposa Technicolor” y en seguida se aceleró nuevamente la velocidad de los vasos entre el público aprovechando la mercadotecnia de una marca de whiskies que consiguió reunir a Fito con Bon Jovi y Aleks Syntek en este concierto.

Eso justificaba con creces el precio de 500 dólares el boleto, pero, además, el público disfrutó de unos sabrosos tacos sudados de flor de calabaza (de esos que en el Eje Central cuestan tres por 10 pesos); y también comieron pastes (que cuestan a siete pesos en Tulancingo) y de postre, algodones de azúcar (15 pesos en, obvio, el Bosque de Chapultepec). Pero haber escuchado a Fito Páez a dos whiskies por canción, eso, como dice el comercial de la tarjeta de crédito, “no tuvo precio”. Si a alguien le pareciera absurdo e insultante, bastaría con que recordara la canción de Páez: “En tiempos egoístas y mezquinos/en tiempos donde siempre estamos solos ”. De otro modo podrían acusarlo de rencoroso social con complejos.

Provoca euforia

Un par de hombres, enfundados en traje oscuro, agitaron sus brazos y la cabeza, a modo de headbanging cuando Bon Jovi interpretó “Livin’ on a prayer”.

A simple vista, estos caballeros eran fans aguerridos del rockero estadounidense. Algunas personas los miraron con desprecio.

Pero basta con recordar el griterío que estas mismas féminas lanzaron cuando Bon Jovi se quitó la chamarra para lucir sus bien proporcionados brazos, mientras interpretaba “Lost highway”, “Whole lot of living”, ” Its my life”, “Someday I´ll be saturday night” y “ Hallelujah”.