septiembre 25, 2007

Dos que están de vuelta (Clarín, 23/09/2007)


MUSICA : "RODOLFO" DE FITO PAEZ Y "LA LENGUA POPULAR" DE ANDRES CALAMARO Son dos discos diferentes, y hasta antagónicos, que representan el regreso de dos solistas fundamentales en el desarrollo del rock argentino.


Mariano del Mazo
mdelmazo@clarin.com

Pese a que se trata de dos discos muy diferentes, tal vez antagónicos, Rodolfo de Fito Páez y La lengua popular de Andrés Calamaro se ubican bajo una misma perspectiva histórica: son peldaños de dos trayectorias atravesadas alternadamente por la popularidad, la oscuridad y el ensanchamiento de las búsquedas musicales.

A los 40 y pico, los dos solistas más activos del rock argentino se cruzan en un punto. Sus direcciones son opuestas: mientras Páez viene tratando de recuperar esa combinación de prestigio y masividad que fue su sello desde que irrumpió con Del 63 (1984) y que extravió a partir de El amor después del amor (1992), rodeándose de productores casi infalibles como Phil Ramone o de músicos académicos como Gandini, para citar dos extremos, Calamaro se esforzó en La lengua... por enterrar al artista torrencial y maldito y pergeñar un disco profesional y apto para todo público, que lo devuelve al corset radiante de hits de Alta suciedad (1997).

Aún con sus desmesuras vocales expuestas sin pudor, solo al piano, Fito recupera en Rodolfo el compositor narrativo, crudo y sensible que cierta propensión al pop & rock pegadizo y de mensaje adolescente (de Soy un hippie a Dar es dar ) había tapado parcialmente. Aquí hay un trabajo pianístico extraordinario, letras prosaicas, maduras y siempre autorreferenciales, y una interpretación general que incomoda. La voz de Páez se escucha aquí más afectada que nunca, en ese estilo en que confluyen una visceralidad sobreactuada y una entonación despreocupada. Las historias dan vuelta sobre materiales con los que Fito ha trabajado largamente y muchas veces bien; canciones con matriz social ( Sofi fue una nena de papá , Mágica hermosura ), el amor en sus aspectos más cotidianos ( Si es amor , la inspirada El cuarto de al lado ), dedicatorias (la hipercoloquial Gracias , a Spinetta, Nebbia y Charly García). Dos canciones destacan, extraordinarias: la instrumental Waltz for Marguie y Cae la noche en Okinawa .

Calamaro embelesa en su Lengua popular con doce canciones que recuperan el tono festivo y paródico de los mejores Rodríguez. Una "frívola profundidad" (frase del propio Calamaro) sobrevuela el álbum. Temas como Los chicos , Comedor piquetero , Sexy & barrigón con su cóctel de rock and roll, tex mex, cumbia, r & b, abundan en esa liviandad. Calamaro pendula entre la broma y al apunte político instantáneo. Mérito seguramente de la producción del ex Abuelo de la Nada Cachorro López (autor además de varias músicas), al disco no le sobra nada: es el anti El salmón . Son potenciales hits y, tanto o más que en Páez, sobresalen autorreferencias que sintetizan la "nueva vida" que encontró a través de su relación con Julieta Cardinali y el nacimiento de su hija, ésa que deja expuesta en el elocuente verso "ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás" ( La mitad del amor ).

Hay algunas canciones formidables: Cada una de tus cosas (hermosa rumba flamenca con arreglos de Leo Sujatovich), Soy tuyo , De orgullo y de miedo y las adhesivas Carnaval de Brasil y 5 minutos más (minibar) . Un último detalle: el arte del disco, a cargo de Liniers, es precioso y recupera con su trazo naif el espíritu de portadas históricas del rock.

Páez y Calamaro arrojaron al aire doce canciones cada uno. Los une la nobleza del gesto artístico y algunas canciones que prometen incorporarse a la aristocracia del rock argentino. En el año de los regresos millonarios, ellos van.

Una frase de "Rodolfo"

"Recuerdo la mañana, yendo al hospital /
reías como loca, ibas a ser mamá / hiciste yoga sola encerrada en el baño /
Después te di la mano y pasaron los años". (El cuarto de al lado)

Una frase de "La lengua popular"

"Voy a tomarme hasta el pelo, mi pelo por favor /
con mucho hielo.
Voy a tomarme hasta los trenes /
que no van a venir /
Parte de mí no cambió y a la vez /
Ya no soy el viejo Andrés que no dormía jamás". (La mitad del amor)