octubre 07, 2007

Nota Diario La Nacion, 07/10/2007.


Una experiencia no ordinaria

Presentación de Rodolfo , por Fito Páez en piano y voz. Músicos invitados, Coki Debernardi en guitarra y voz; Pilo, en armónica, y Liliana Herrero, Vandera y Gonzalo Aloras en voz. Anteayer, en el teatro Opera. Nuevas funciones: hoy, a las 20.30, y el 19 y 20 de noviembre.
Nuestra opinión: excelente

El viernes en el Opera, nada estuvo exactamente en su lugar. Sin embargo fue justamente la suma de esos pequeños corrimientos lo que hicieron del show una experiencia no ordinaria.

Fito Páez no es de apostar poco. Y esta quizás es una de las mayores apuestas de su carrera. Porque decidió presentar Rodolfo, su último álbum, tal como lo había concebido: con la sola presencia del piano y la voz. Una pura experiencia musical. Sin colores vertiginosos ni concesiones a lo que se esperaría de un artista popular como lo es Páez. De esta manera, con lo poco logró mucho, muchísimo, porque pocas veces había transmitido tanta emoción.

El público también estuvo a la altura de la apuesta. Un público que, con el correr de los años, ha aprendido que Páez da pero que también pide. Pide, para que sea posible la experiencia de la música, que la audiencia esté dispuesta a abrir sus oídos; a respetar al músico que está allí enfrente. Que no hacen falta los cantitos de la devoción popular y que no se trata de una invitación a la fiesta colectiva, sino de presentar algunas canciones para ser atentamente escuchadas.

El desafío incluyó que Rodolfo fuera presentado casi íntegramente en el show que dio comienzo con el instrumental, "Waltz for Marguie", y que, de allí en más, demostró que el vivo, esa suerte de ceremonia donde la atención no sufre de desvíos, es el mejor espacio para que estas canciones sean apreciadas. Canciones, como en "Si es amor", en las que el piano se hacía marcación (con Fito, desdoblando manos para sacarle su máximo poder de acompañamiento, rítmica la una, haciendo juegos y fintas la otra) o volverse casi silencio en "Sofi fue una nena de papá" y pura belleza en "Cae la noche en Okinawa".

Nada estuvo en el lugar esperado, entonces, pero sí en el justo lugar para provocar algo nuevo: Ni el nombre que es Rodolfo pero también Fito; ni el rock que es muy rock pero en guitarra eléctrica sola ("Ciudad de pobres corazones") o suerte de avant rock con Coki Debernardi, en guitarra y él en piano ("Desaparecer"); ni los temas ya transitados, los más conocidos fueron como eran ("11 y 6" surgió tras una bella introducción que fue insinúandolo y terminó con una pizca de "La rumba del piano", en "Dale alegría a mi corazón" fue Liliana Herrero la encargada de cantarlo; achacarerada, fue rescatada "Detrás del muro de los lamentos"; lo acompañaron las voces de Vandera y Aloras en "La rueda mágica"). Ni, finalmente, los dos bises que eligió (y no hubo más, a pesar de que el público, sin moverse, pidió durante 20 minutos): la hermosa y nueva "Zamba del cielo" y, con todos sus invitados, "La buena estrella", que con su cita dylaniana y su "me parece ingenuo el rock and roll" sirve para mostrar que las raíces de Páez están en el rock, pero su horizonte es cada vez más amplio.

Adriana Franco