abril 27, 2008

Nota Diario Clarín Bs As., No tenés amigos, Fito

Por: Pablo Schanton
Fuente: ENVIADO ESPECIAL- MADRID
"Hoy compré revistas en el metro", cantaba Fito Páez en A rodar mi vida. Y eso nos sonaba raro. Hasta un poco snob, digámoslo. Pero el jueves a la noche en Madrid —ciudad donde sí hay "metros" y no "subtes"— la frase es coherente. Lo que ahora resulta un poquitín extraño es oír "Vos iá sabés" en vez del "Vos ya sabés" que iba en Un vestido y un amor. Al clásico del rosarino lo está entonando Gala Evora, cantaora flamenca y actriz que supo acompañar a un Camarón. La cosa se dio vuelta: ahora lo porteño parece desubicado. Pero así es la geografía anfibia de Fito, de Cecilia Roth para acá. Páez está grabando en vivo un disco y un DVD, donde sintetiza toda su carrera, en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid. Cuánto mármol: en esta sala de conferencias tamaño Gran Rex, con algo de Malba pero ubicado en una especie de Puerto Madero. Por suerte proyectan imágenes de hojas sobre las frías y blancas paredes que desembocan en el escenario, regido por un piano, instrumento estrella. Uno al que su ejecutante le dedicará su legendaria rumba. El concierto es la excusa para el primero de una serie de álbumes en vivo que tendrán sus versiones made in Brasil y made in EE.UU.


Fito tocará en total unas 28 canciones suyas (a excepción de un cover, Desarma y sangra, de Serú Girán), contando un bis a pedido de la mayoría argentina presente. Ahí entra él, todo de impecable traje negro, donde una corbata púrpura hace juego con las luces de fondo. Se sentará al piano y sólo se levantará para hacer coros con la lunga Leonor Watling, del grupo local Marlango, con quien bailará Pétalo de sal y Creo, luego de acompañarla alzando el cogote como coyote para rematar los versos. Y que la comparación no se malinterprete: es uno de los shows donde Fito cantó sin desafinar ni exagerar nada, para una de sus tantas auto-antologías, la mejor destilada (incluyó joyas como Detrás del muro de los lamentos y Brillante sobre el mic). El avisó al comienzo: si algo salía mal se repetía, porque de un registro se trataba. Y así es. Ella olvida la letra la primera vez, pero no la segunda. Un trío de guitarra, bajo y cajón, bien hispano, que son presentados como Limones, y el dúo rocker Pereza son los otros jóvenes invitados de Madrid al show.


La sorpresa sobrevendrá cuando Fito anuncie: "Va a temblar la ciudad". Y ahí asoma Joaquín Sabina, sí, el mismo que había acusado de autoritario al argentino (y éste de mentiroso al otro) y se llamaban a sí mismos "enemigos íntimos", como el álbum que concibieron hace una década. Histórico (no histérico) parece ser el reencuentro de ambos en la Madre Tierra, para entonar a dúo (una garganta esmerada para Fito, una voz pícara y picada en Joaquín) Llueve sobre mojado y Contigo (y ese gran verso: "No quiero comerme una manzana dos veces por semana/ sin ganas de comer"). Sabina, juega de local con todas las de ganar, y lo que gana es el escenario (camina, mira al público de frente, estimula el aplauso). Todo vestido al revés que el dueño del circo beat: remera, chaleco, jean. Está flaco.


El otro pico de la noche: la irrupción del cubano Pablo Milanés, presentado como "hermano que vale oro negro" y "uno de los mejores cantantes del mundo" por Páez, para Yo vengo a ofrecer mi corazón. Sí, Milanés cantó más que bien, con ese porte de Rubén Rada interpretando a Mandela. Para completar el cuadro afro, miren en la platea aplaudiendo a Chucho Valdés, nada menos. El ex cuñado del artista, un Ariel Rot tan Dorian Gray él, de blazer y remera bien eighties, y aquella Viuda e Hija de Roque Enroll, Mavi Díaz (hoy versión morocha de Divina Gloria), pasaron por la guitarra y el micrófono respectivamente, igual que el mimado rosarino Coki Debernardi, gran compinche actual de Páez.


No fueron vistos ni Imanol Arias ni Almodóvar (estaba engripado), invitados especiales del anfitrión. Pero eso no opaca el histórico abrazo que se dedican Sabina, Milanés y Páez: clímax del rito. Eso, poco antes de que éste reciba una remera que dice Soy canaya desde la platea, y se la cruce por el cuello como toalla, como buen hincha de Rosario Central que es. Se nota que está feliz; él mismo aplaude y se le deshuesan las manos, con esa afectación suya, tan afectuosa, que lo torna querible.