mayo 19, 2008

Yo aprendí a tener una vida...



Fito en estado salvaje Diario Los Andes.
Dice que su música hoy es más visceral que nunca; que con los golpes aprendió a tener “una vida”; que no le importa si sus discos venden o no. “A veces el rock es medio cana”, dispara. El jueves canta en Mendoza, antes habló en exclusiva con Los Andes.
Por Leonardo Rearte (lrearte@losandes.com.ar)
La nota empieza por el final. Es decir, Fito perdiendo los dedos entre sus bucles y dando a conocer su mantra, la ley que rige cada uno de sus dichos: “Yo aprendí a tener una vida. Si no, vivís para afuera, es un delirio. Yo era muy ingenuo, ¿sabés?

Era un chico provinciano que llegó a la gran Capital, ¡no sabía las reglas feroces de los medios! Aparte yo crecí con la revolución mediática, yo vi como la araña de la información se desplegaba por el mundo, a veces de modos muy destructivos. Entonces, aprendí. Esto sí y esto no. Esto sí lo cuento y esto no. Es sencillo”.

Luego saludará como un caballero inglés, dirá que será bueno ver al cronista de Los Andes en el show que ofrecerá el jueves en Mendoza, y partirá a buscar a sus dos hijos, Martín y Margarita, a la casa de sus respectivas madres (Cecilia Roth y Romina Ricci). A la noche bañará a los pequeños, y los tres se embarcarán en el “mejor plan de la semana”. Tirarse en la cama, ver películas, comer pizza.

Volvamos al principio. Fito pica algo en su casa de Buenos Aires. Está entusiasmado. No hace mucho llegó de lo que él mismo considera su “consagración en Madrid”. En la capital española tocó con su ex enemigo íntimo Joaquín Sabina, Pablo Milanés y su ex cuñado Ariel Roth, entre otros. Grabaron parte de un DVD que será el próximo gran lanzamiento de Fito, a lo Páez: mucha estridencia, figuras de todo el mundo, difusión en las radios de Iberoamérica. Allí volverán a latir sus nobles hits (eso sí, tras una mutación pertinente que justifique su enésima grabación).

Aquí no termina el mambo; al cierre de esta edición Fito se sumaba a la guitarra de Gustavo Cerati en el Festival ALAS (comandado por Shakira y Antonito) sabiéndose el segmento más esperado del megaconcierto argentino mexicano.

Pero con esto tampoco concluye el tiempo presente para el cantante y pianista; dice que ya tiene todo listo para recomenzar la gira que lo traerá la semana que viene a Mendoza para seguir ejecutando las piezas de “Rodolfo”, su último CD. Pause de nuevo, Fito sabrá decirnos mucho más de su vida. A veces, a su pesar.

-¿Viviste muchos nervios a la hora de tocar con Sabina o Milanés?

-Yo disfruto las cosas. No siento que rindo exámenes. Disfruto. Lo que pasa es que ciertas cosas tienen más exigencias que otras. Exigencias hasta físicas: el tiempo, los ensayos. El nervio te aparece un poquito porque tal vez no te preparaste tanto como otras veces, pero a la vez eso tiene su encanto. De hecho, la grabación de Madrid fue maravillosa por eso, porque estuvimos siempre al borde.

-¿Cuál de las postales que viviste esa noche te tocó más el corazón? ¿El reencuentro con Sabina después de la pelea?

-Primero que no tengo que elegir ningún momento, ésa es una obligación que me estás poniendo vos (ríe). Te puedo decir que fue una noche de bodas con Madrid. Llevo muchos años en esa ciudad, la conozco, he editado películas, he paseado por allí a mi hijo, viví un tiempo. Si bien he tenido noches maravillosas, esta fue la consagratoria.

-¿Es cierto que ahora tu sueño es cantar a dúo con el director de “El Mariachi”, Robert Rodríguez?

-Sí. Vamos a ver. Esto (la grabación del DVD) sigue en San Pablo y Miami, y todo depende de las fechas de cada uno de los flacos y las flacas (se refiere a los artistas que van a ser parte del proyecto, entre ellos Chico Buarque, Milton Nascimento y Calle 13). Y estamos armando una agenda para poder contar con la gente que a mí me gustaría que estuviera en el disco, incluido Rodríguez.

El éxito después del éxito

-¿Cómo se sobrevive al hecho de haber editado el disco más vendido en la historia del rock nacional, “El amor después del amor”?

-Es un hecho excepcional. A ver, en la vida todo es excepcional. Pero lograr esto es excepcional sobre la media. La verdad que a mí no me hace nada, para serte sincero. Vender o no vender un disco no te cambia la vida. Fue una situación única en la vida y nada más. Antes del “Amor después del amor” mi vida era muy parecida a lo que es ahora. Con un poco menos de plata (suelta la carcajada).

De nuevo, pause. Fito roza todo un tema. Durante años, varias de las críticas ponzoñosas que curaron de espanto al rosarino se centraron en su éxito instantáneo de los ’90, y cómo éste (el dinero, las chicas... la buena vida, bah) supuestamente habían transformado su música. Tal vez por eso, Páez rebobina el discurso y aclara de inmediato: “No porque ahora tenga mucho dinero, porque por el momento estoy lleno de deudas... Ese disco fue un momento muy especial. Extraño. Pasó algo. Yo pienso que fue un premio que me dio la gente. Me pasé toda la vida escribiendo allí en las habitaciones, con la musiquita, con el piano, con la guitarra y tomándome unos tragos, y metiéndome en los bares, y yendo de un lado a otro. Y creo que la gente después de un tiempo te premia. Te dice, ‘che, está bueno lo que estás haciendo. Te vamos a dar un beso’. Es hasta una situación tribal”.

-¿Extrañás algo de los días previos al “excepcional” suceso?

-No extraño nada. Soy cero nostalgioso. No escucho discos viejos míos. Siempre para adelante. Por supuesto que hay un ojo tácito, silencioso, que convive con lo que está ahí atrás. Si uno es un poco astuto, en ese sentido, sabe que el futuro está en el pasado. Y sobre todo, ya con 45 años, si no lo sabés es que te perdiste algo en la vida. Pero no soy nostalgioso, sé que estoy aquí y ahora. Que tengo que ir a buscar a mis hijos, y tengo que bañar a los dos aquí en mi casa. Hoy estoy con eso.

Salvaje chico de tapa

Los discos de Fito son transparentes. A través de ellos, como mirones, husmeamos en la vida de alguien que durante décadas fue chico de tapa de la prensa (la del corazón, la rockera y desgraciadamente también, en los 80, la policial). Sus discos contaron todo. El rock sangrante de “Ciudad de pobres corazones”, la inocencia de sus años con Fabiana Cantilo en “Ey!”, el descubrimiento del “Amor después del amor” con Cecilia Roth, “Rodolfo” y su retorno a la casilla inicial. Cuando todo era piano y soledad de la buena. Y hoy, ¿qué color de su vida canta Fito?

-Es bastante salvaje lo que estoy escribiendo ahora. Salvaje no quiere decir que sea rockero. Estoy haciendo directamente primeras tomas (de grabación). De mucha impronta, algunas cosas más complejas que otras. Por supuesto que hay rock y cosas potentes. Y también hay canciones muy elegantes hechas con pura instrumentación. Sin pensar, todo muy visceral.

-¿Y eso de dónde viene? ¿A esta altura de tu vida te estás permitiendo decirlo todo, estás ‘sin filtro’?

-Siempre fue así. Lo que pasa es que la vida te hace crecer y te hace más libre. Llegar hasta acá fue todo un laburo. Y fue un ejercicio de intentar la libertad. Y eso te va quitando prejuicios y boludeces, y a la vez vas incorporando información técnica musical, te vas formando como hombre y músico. Y al tener más lenguaje para explicarte te permite tener más libertad para hacer las cosas que tu espíritu te exige.

-Decís que tu música hoy por hoy es muy visceral. ¿Será porque el rock nacional se está poniendo muy complejo, muy debatido, muy charlado?

-Todo eso es un plomo, todo eso no existe. Ya está todo muerto. Todo el rock... ya está. Hay cosas maravillosas, los Killer Burritos de Rosario, Los Estelares de La Plata, Babasónicos en Buenos Aires, hay gente que está haciendo muy buena música. Pero ¡basta! El rock es sólo un género, no se puede pensar el mundo desde el rock. Es una particulita muy chiquita del universo. El rock tiene tendencia a señalar lo que hay que hacer, y de ahí nos queremos escapar. El rock es cana en un punto... Pero no los músicos, sino las revistas que hablan sobre eso, la institución. La misa del rock es lo que aburre. No libera, encierra. Asfixia.

-¿La prensa del rock se ensañó con vos? Es notoria la diferencia que hay con, por ejemplo, Andrés Calamaro, muy elogiado con cada nueva producción. Con vos, como dice un periodista de Clarín, siempre hay peros a la hora del reconocimiento…

-Eso no es un problema mío. Es un problema de quien escribe las notas. Todo eso es un chusmerío ridículo. Ya verá el periodista con su almohada qué le sucede... ¡No lo puedo creer! Ojo, Calamaro es un artista maravilloso. Si vienen loas para Andrés, son bienvenidas.

-En tu último disco, agradecés a los grandes padres del rock: Spinetta, Nebbia, Charly…

-(interrumpe) Spinetta, Nebbia y García no son músicos de rock. Ninguno de los tres. Son músicos populares argentinos. Que es algo mucho más amplio, tienen influencia de cientos de géneros. Son muy complejos, es un gran tesoro que tenemos aquí en la Argentina, y el mundo. Salen del rock, aunque a veces aparecen dentro del género.

-¿Cómo está tu relación con Charly?

-Eso es una cosa personal, ¡que no te voy a contar! (sonríe). De admiración total, y todo de maravillas.

-Entonces contanos cómo sigue tu vida, ahora viene Mendoza en tu agenda.

-Todo muy bien con Mendoza. El vino, la ciudad limpia, conciertos inolvidables. Además, toco el fin de semana (por ayer) con Gustavo Cerati en el Festival ALAS, después San Juan, Rosario. Lo público, en principio es eso...

-Lo privado seguramente será más interesante pero no lo vas a contar…

-Totalmente (ríe). Yo aprendí a tener una vida...