mayo 22, 2010

REVISTA LA NUCA /BARCELONA


Por Maxi Uceda
La noche comenzó tranquila y terminó igual. Pero no esa tranquilidad que en materia de conciertos se suele mezclar con aburrimiento o desgano, sino que fue la tranquilidad del que sabe que hace bien su trabajo. Mientras que para los que asistimos como público fue esa tranquilidad de saber que siempre nos vamos conformes con lo brindado.
Se escuchaba demasiado bien, quizás extramadamente bien. Es posible que esto haya ayudado a inhibir un poco al público que asistió, colmando casi en su totalidad,a l`Auditori de Barcelona. Le costó a Fito Páez romper el estigma de las grandes salas destinadas a la música clásica con sus sonoros acordes rockeros. De hecho bromeo al respecto diciendo "qué elegantes estamos todos hoy", pero lo consiguió. A fuerza de buen humor y una sonoridad casi perfecta, Páez, quién esta vez llegaba muy bien acompañado a Barcelona, entregó un Playlist potente, en él aprovechó para presentar su disco nuevo Confia y, como siempre repasar, su discografía.
Vestido con traje y corbata blanca, brillaba en el escenario como una especie de halo que emanaba una potencia que desde su garganta acuchillan las palabras para abrirlas y siempre recrudecerles el sentido. Más canoso y liviano en esto de presentarse en vivo, lo veía y pensaba desde mi butaca "mierda, ¿este tipo se dará cuenta que hay gente que lo sigue desde que son adolescentes y que muchos con casi 50 años y en Barcelona, se siguen dando cita a sus conciertos?". Por supuesto que la respuesta a mi pensamiento no llegó. Lo que sí es cierto, es que desde el piano, Fito, nos hace un par de guiños a quienes ya estamos ejercitados en esto de ver sus conciertos, pues ya es un clásico la introducción a Once y seis, y sabemos que en el momento de las distorsiones hay que ponerse el cinturón de seguridad ya que éstas, son el preámbulo a Ciudad de pobres corazones. En conclusión el guión se repitió una noche más.
Una nota al margen, pero que me llamó la atención, fue en un momento que miré para la salida de la escena y estaba Alejandro Avalís (manager de Fito desde hace años). Estaba ahí sentado, en bambalinas, viendo todo lo que pasaba. En ese momento pensé que es increíble la fidelidad que ese hombre le ha demostrado a Páez año tras año, concierto tras concierto. Cuidando todos los detalles y atento de que nada se desajuste del fino encordado que existe entre el escenario, el público, los técnicos y los vasos de vodka.
Con menos temas que en la gira Argentina, y con un concierto de 2 horas (bises incluidos), prolijo, sonando como hacía mucho que no sonaba, lleno de energía y con la pasión intacta, Fito, cerró una fase de la gira en Barcelona -"siempre terminamos las giras en Madrid, hoy lo hacemos aquí, asique vamos a salir a demoler la ciudad", acotó-.
Sobre el final del show y mientras cantaba “Dar es dar”, una chica le acercó un papelito que tenía algo escrito. Fito, siguiendo la melodía de la canción adaptó lo que la nota decía, que era algo así como que esta chica había abierto un bar bautizado Polaroid. Leído esto, se guardo la nota en el bolsillo y quién dice que hayan terminado los festejos en ese bar. Lo que sí queda claro es que en algún bar terminaron.
Así se presentó Fito Páez en Barcelona, continuando con el círculo del artista, que debe cambiar la piel cada vez que sube al escenario, para que su público, la desgarre y se lleve un poco de esa desnudez que todos buscamos en el otro. Esa desnudez, que nos permite a través del otro vernos a nosotros mismos, contemplar sus partes para encontrar las nuestras y así sentirnos completos.