agosto 02, 2010

NOTA A ROMINA RICCI, HABLA DE LOS DOS CORTOS QUE PRESENTARA EL MARTES 3 EN LA ALIANZA FRANCESA /CON EL PERSONAJE CENTRAL : YOLANDA.




Romina Ricci

19/06/10 - 03:46
“Cuando me baño es cuando más pienso”. La actriz dice que tiene “muchas historias en la cabeza”. Filmó dos cortos de cine, estudia guión y recuerda cuando, de chica, miraba a sus vecinos “desde el balcón” y se imaginaba sus vidas.
Por Silvina Lamazares
Dice que a veces, ahora, “hablo un poco de más, cosa que estoy aprendiendo a manejar, porque entendí que el tiempo acomoda las cosas. Igual, digo lo que siento, pero alguna que otra vez me voy de boca. De chica no era así. Digamos que, en relación a mi infancia, me reconozco en los silencios. Observaba mucho y decía poco. Me pasaba horas en el balcón mirando a los vecinos, imaginando qué hacían de sus vidas. Sabía todo: a qué hora salía el de acá o entraba el de allá, sabía el funcionamiento de los distintos departamentos. Me inventaba situaciones. Y a muchos lugares les ponía colores. Había algunos que me daban oscuros, otros estridentes... y hasta había una casa que me daba olor a madera”, recuerda la nena, ya crecida, del quinto piso de ese edificio de Flores en el que la ficción empezaba a librarle batalla a la realidad. Tal vez por eso, RominaRicci comparta que tiene “muchas historias en la cabeza”.
Y muchas, ajenas, ya contadas. A cuatro meses de cumplir los 32, lleva 20 años como actriz, al principio en publicidad (“hice como 40 comerciales”) y luego ya repartida entre el cine, el teatro y la TV. Su primer papel en la pantalla chica la encontró en un capítulo de El gordo y el flaco -con Gianni Lunadei y Juan Carlos Mesa- haciendo de Amelita Vargas cuando era chica. Recordar aquella postal la ablanda. No es que sea, ni aparente ser, una mujer dura, pero la gracia y la risa espontánea le sientan bien.
Con una ronda de cortados en un bar de Barrio Norte, al ladito de su casa, Ricci -apellido artístico que modificó el Richi familiar- repasa sus tiempos de niña trabajadora: “Empecé a los 12, cuando estaba en séptimo grado y a veces el colegio se me complicaba un poco... Creo que estudiaba más los guiones que lo que tenía en los cuadernos. El interés por los libros, por la lectura, se me dió más de grande, más por una curiosidad y un interés. Por momentos siento que perdí muchos años de mi vida, porque aceleré algunos procesos”, admite la madre de Valentina, de 12 años, y de Margarita, de 6, la hija que tuvo con Fito Páez.
“Ahora no paro de estudiar: me anoté en un curso de guión, tomo clases particulares de francés, hago todo lo que puedo. También aprendí a editar las cosas que filmo... Hice dos cortos -que comparten al personaje central, Yolanda- y tengo ganas de presentar uno en la Alianza Francesa. Ahí, por ejemplo, el 3 de agosto inauguraré una exposición de fotografías que tomé en París”, adelanta, multifacética. “Me está gustando mucho el otro lado de la cámara... pero creo que me va a gustar siempre ser la que cuenta”, cuenta corrida del lugar común de la entrevistada, con respuestas que suenan como con sello propio.
Antes de confirmar su vocación en un taller de teatro, quería ser “bombero, qué sé yo, decía cosas muy raras. De chica hacía danza y gimnasia artística. Después, con mi papá y uno de mis hermanos -son cuatro- practicábamos taekwondo. El profesor me ponía en la vidriera a pelear con él, porque cuando me tiraba golpes yo me calentaba y se los devolvía y la gente miraba”. En esos años llegó al cinturón verde, “y de grande alcancé nivel de rojo, porque tuve que entrenar duro para la peli de Fito”. La actríz que hacía de profesora de artes marciales en ¿De quién es el portaligas? tuvo, en sus comienzos, un arranque fuerte en TV, con papeles en Grande, pá, Naranja y media y Verano del ‘98, entre otros títulos a los que se sumaron Resistiré y Mujeres asesinas. Lleva filmadas seis películas, entre ellas El resultado del amor y Paco, donde trabajó con Sofía Gala, “mi hermana del alma”, con quien sube a escena en El anatomista, la obra de José María Muscari que se presenta en el Teatro Regina.
“Estoy en una etapa, más que nunca, en la que dejo que me fluyan los estados sobre el escenario y creo que de eso va la actuación. Cada vez que entro pienso que voy a sentir cosas nuevas. Me gusta sorprenderme. Como cuando me pongo a escribir o a desarrollar ideas. ¿Sabés de qué me di cuenta? Que cuando me baño es cuando más pienso: me meto en la bañadera, parto de una imagen y de ahí sigo”.
¿Baño con sales?
Sí, claro.
¿Eso no es muy de diva para tu estilo?
No, pará. Echo sal gruesa. La Dos Anclas y a veces una más barata. Eso me relaja mucho y luego me doy una ducha.Tiene una respuesta, siempre. Y no siempre ‘de casete’.
LA ANECDOTA
“Una vez, estaba con mi hermano tomando la leche en el balcón y vimos a un tipo que iba caminando con una valijita. Se paró antes del molinete del paso a nivel, apoyó la maletita, pasó y se acostó boca abajo sobre las vías. Horrible. Empezamos a gritar, bajaron mi papá y otros vecinos y pudieron salvarlo. También llegó la Policía. Al otro día, a la misma hora, volvió. Y apenas lo vimos empezamos a gritar. Otra vez la misma secuencia. Y al tercer día, el tipo se tiró en la cuadra anterior, que había paso a nivel para autos. Dicen que esperó a que el tren asomara y se mandó sin que nadie pudiera rescatarlo. Fue terrible... Parece ficción, pero te juro que fue así”.