abril 10, 2011

Fito Páez: “Un concierto es celebrar la vida”


Fito Páez: “Un concierto es celebrar la vida”
Por primera vez en más de un año, volvió a hablar con la prensa local. En su casa, habla de U2, sus nuevos proyectos, el show del 30 en GEBA y el panorama político actual.
10.04.2011 | 15.22 |
En la tarde del lunes pasado, un Fito Páez apenas dormido acepta la sugerencia de hacer unas fotos sentado al piano y al lado de una ventana. Luego se desploma en un sillón del living y explica que tuvo un fin de semana “largo y agitado”, que arrancó con un recital que dio en Río Gallegos, siguió el sábado llevando a su hijo a ver a U2 y terminó el domingo “con una gran resaca”.
–A propósito de U2 y la presencia de León el domingo, ¿te queda algún antojo de alguien con quien quieras cantar o grabar?
–Ahora me voy sacar de encima las ganas de escuchar una voz bien cerca: Chico Buarque. Vamos a grabar juntos una música de Sakamoto, a la que le puse una letra. Lo conocí en el año 1988 en Baradero, tomamos unas cervezas, charlamos, hubo muy buena onda y fui a ver sus conciertos, pero quería escucharlo acá, cerca. Son lujos que te da la vida, como cuando vino Elvis Costello a casa.
–¿Te gustó U2?
–Sí. Me impactó mucho cómo canta Bono. El grupo ya es muy impactante, aun sin la puesta. Alta calidad artística. Un espectáculo con corazón. Los tipos consiguen, como los Stones, que un show de estadio sea una fiesta, la verdad.
–Algo difícil a esa escala.
–Sí. Lo peligroso de ese lugar son los trazos gruesos. Se pierde la especificidad, ¿viste? El “360”, las grandes ideas… es un tema delicado. Pero también alguien tiene que hacer eso, y me gusta que sea Bono.
–¿Te atraen los recitales de esa dimensión, como en la 9 de Julio?
–No sé. A mí me gusta más el teatro y verles la cara a todos. Aparte, lo que yo hago no es una música que en este momento tenga esa popularidad. Es lindo vivirlo como una rareza, como la 9 de Julio. Recuerdo cuando hacíamos conciertos de estadios en los ’90 y terminaba exhausto.
–¡Sos vos con más de 50 mil personas enfrente!
–Exactamente. En un punto, es como un torero. Lo que pasa es que allí vamos todos a celebrar la vida, ese es el rito del concierto. Entonces es muy importante cómo se arma la lista de temas; a mí me lleva largo tiempo. Porque es mostrar cómo vos entendés la vida. Me gusta armar una experiencia de viaje, y hasta los contrastes son una opinión.
–¿Cuál fue tu gira más monstruosa, Circo Beat?
–Sí. La de El amor después del amor fue muy larga porque arrancó antes del boom, así que fueron dos giras, una en teatros y otra enorme, con los tres Vélez. Después, la de Circo Beat fue grande pero ahí me encapriché con hacer teatros, ¡aunque fueran veinte Óperas! Las otras giras a lo mejor fueron muy extensas, como Naturaleza sangre o Moda y pueblo, pero más pequeñas de producción. Porque a partir de un momento, las circunstancias me obligaron a concentrarme en la economía y eliminé todo lo que estaba puesto, para que se hiciera más llevable. A la vez, te concentra mucho más la música.

–¿No volviste a hacer giras tan largas y sin descansos?
–No. Paré en diciembre, por ejemplo, porque venía de muchos años de no parar y la voz me hizo parar. ¡Cuando llegamos a México tuve una disfonía en el escenario! Pude salir adelante de manera casi milagrosa, y en Guadalajara me pichicatearon y me pude recuperar. Pero fue cansancio físico y tuve tres meses de reposo. Intenté no fumar, pero no pude. ¡Hice todo lo que me dijeron que no haga! Ahora canté en Río Gallegos y la voz volvió a estar plena, como hace años.
–¿Te pasó alguna vez esa situación que retrató Charly en “Separata”, de estar solo en un hotel sin ganas de salir a tocar?
–Sí, muchas veces. ¡Es la historia de mi vida! (risas) Me pasé toda mi vida tocando música aquí y allá, así que en algún momento pensé: “¡La puta madre, hoy no tengo ganas de tocar!” Pero después es genial, porque lo que tiene de divino el escenario y el concierto es que salgo estimulado. Si estoy mal, me cura.
–Te sigue gustando tocar.
–Sí, ¡incluso a solas en casa! Un concierto es un rito milenario, donde lo más importante no es tu vanidad sino el papel que ocupás esa noche en el medio de esa celebración. Por supuesto que estás atravesado por la idea del dinero, que es inevitable, pero si quitás el volumen de la escena, lo que queda es un grupo de gente celebrando. Por supuesto que te pueden hablar de la idea de la capilla y el público cautivo donde vos sos el sacerdote, pero yo pienso más en un chamán que traduce algo de la tribu. En todo caso, los artistas vanidosos desaparecen en el momento del concierto, porque ahí hay que pensar en la fiesta.
–¿Y cómo es el rito de bajar? ¿Cuánto tardás, con toda esa energía encima?
–Depende. Un buen método es volver a casa y ver una película, porque te desenchufás inmediatamente y hacés que esa energía que cargaste vaya haciendo su trabajo solita, sin pensar en ella. Sino, beber. (risas) A mí me gusta eso de salir a comer después de tocar con el grupo de músicos. Es una costumbre saludable.
–¿Este recital en GEBA es la despedida del repertorio de Confía?
–Sí. Me gusta cerrar los ciclos, porque siento que ya se terminó, y así empiezo el próximo. Después, en junio tenemos una gira por Latinoamérica, de cierre también. Y más adelante grabamos el nuevo disco. En julio me voy a meter las voces a Cuba y seguramente iré a Río cuando meta la voz Chico. En agosto estará mezclado, en septiembre ensayaremos y en octubre lo estaremos tocando.
–¿Hay algún proyecto de cine en carpeta, o por ahora despuntás el vicio con videoclips como el que hiciste con Estelares?
–Estamos repensando Novela, la película. Estamos otra vez en camino porque ahora vemos que hay una posibilidad económica para poder realizarla más o menos dignamente, en el sentido que podemos contar con una producción decente. En realidad, nunca lo hice porque no daban los números y no quise hacerlo a medio camino. No es una película para hacer con low budget, como ¿De quién es el portaligas?, que salía un palo verde y la filmamos con 600 lucas y se podía hacer tranquilamente.
–¿Qué otra cosa me estoy perdiendo?
–¡El libro! Estoy cocinando un libro. La escritura es apasionante, y me arrepiento no haber empezado antes. Me costó un año armar la estructura, aunque mientras tanto iba escribiendo, por supuesto. Pero recién al año armé el mapa y ahora estoy en la segunda parte, donde ya sé adónde van a ir los personajes, aunque la escritura siempre te lleva a un lugar nuevo e insólito. Eso es alucinante. En un punto es similar a la música, pero es la máquina de escribir y vos.
–¿Nunca hiciste nada así?
–No. Nunca había encarado un libro. Estuve escribiendo ensayitos como para prepararme, pero no me animaba a escribir. Le tenía como un respeto ridículo, pero en el momento que sucedió algo dije: “¡Bueno, vamos a escribir!”, y eso disparó el placer.
–Disco nuevo, otra película y el primer libro, entonces.
–Sí, eso es lo que está pasando ahora mismo. El libro no sé cuándo va a terminar porque una cosa maravillosa de la escritura es que el tiempo juega un papel fundamental. Las ideas se aggiornan, algunas se quedan y a otras el tiempo las expulsa. En realidad es muy hermoso. Es un poco como las canciones que deben esperar su tiempo, como pasó con “London”. Hay que dejar las cosas al costado para ver si esto que pensaste una tarde apasionada después te parece un mamarracho. Sólo el tiempo hace que te puedas separar de las cosas. Hay que saber esperar y darle tiempo al tiempo.

Por Marcelo Fernández Bitar
Fuente: diario "Tiempo Argentino"
Más información: http://tiempo.elargentino.com