junio 03, 2012

Fito Páez puso a rodar la máquina de su fiesta a flor de piel.Fuente: recital.cl

Visceral, cercano y optimista a toda prueba se mostró la noche del sábado el hijo ilustre de Rosario y leyenda de la canción latinoamericana en el inicio de la gira con que celebra los 20 años del disco “El amor después del amor”, trabajo que marcó un récord de ventas en Argentina y lo catapultó a un sitial de honor en muchos países de la región.

A las 21:20 las luces se apagan y casi en penumbra Fito Páez y su banda soporte se lanza con el tema que da nombre al exitoso álbum, en una partida que hace saltar al público –unas 10 mil personas- desde sus asientos y que luego simplemente estalla en júbilo junto con el coro de la canción, casi al mismo tiempo que las luces pasan a iluminar a cabalidad a ese personaje histriónico de la canción.

No se trata de cualquier tema, pues a estas alturas “El amor después del amor” es un himno de la canción latinoamericana y por eso es un buen caballito de batalla para abrir los fuegos de una noche que el artista promete que será para recordar.

“Que hermoso es estar en Santiago, tremendo”, señala el cantante, que además promete que será una jornada para recordar. “Será una noche inolvidable, se los aseguró”, afirma.

La primera parte del show sigue al pie de la letra el listado original del disco de 14 canciones que cumple dos décadas, pero como se trata de una ocasión especial también es la oportunidad perfecta para traer el ruedo a invitados virtuales.

Proyectadas en imágenes, Celeste Carballo y Fabiana Cantilo se suman a la fiesta en “Dos días en la vida”, quienes a la postre no serían las únicas celebridades que se hicieron presentes desde la distancia en el Movistar Arena. También hacen lo propio Charly García y Andrés Calamaro en “La rueda mágica”, el primero de ellos coautor de la música de dicha composición.

“Los hermanos de la vida, de eso se trata”, explica Fito, señalándolos, en medio de los aplausos del público.

Así van pasando una a una las canciones hasta llegar a “Brillante sobre el Mic” y “A rodar mi vida”, que desata un festín de poleras, chaquetas y demases al aire, cual partido de fútbol, con el mismo Páez despojándose de prendas, en la postal más patente de lo hondo que caló ese álbum de Fito, que además contiene temas como “Un vestido y un amor” o “Tumbas de la gloria”.

Tras una brevísima pausa retomó el concierto con “El diablo de tu corazón”, puesta en escena en que su uniformada banda y una exuberante corista dejó de ser el centro de atención, pues las miradas se desviaron a unos de los numerosos clips que se proyectaron por una pantalla dividida en tres paneles.

“Fue amor”, “Cadáver exquisito”, “11 y 6”, precedieron a las celebradas “Circo Beat” y “Naturaleza sangre”, quizás con la potencia pasada de revoluciones, en un espejo de un artista que privilegia el volcar emociones aunque ello implique licencias en la calidad vocal.

Quizás esa fue una muestra que el evento de celebración aún debe pasar por algunos pequeños ajustes para que sus incondicionales fans no tengan que resguardar sus tímpanos con las manos, ante la potencia sonora.

La calma llegó con “Al lado del camino”, pero sólo fue un oasis porque pasado “Polaroid de locura ordinaria”, Fito dejó el piano desde el cual se mantuvo la mayor parte del show, y ahora se enfundó una guitarra eléctrica para cantar “Ciudad de pobres corazones”.

Lo que parecía un adiós definitivo no fue tal y tras perderse unos minutos volvió al ruedo, frente al piano y con temas como “Y dale alegría a mi corazón”, “Cable a tierra”, dando muestras de su consabido dominio de las teclas.

Para el cierre se guardo “Dar es dar” y “Mariposa tecknicolor”, en medio de algarabía desatada, donde no extraño que a esas alturas más de algún fan ya estuviera a torso desnudo y con su “remera” al viento, como le gusta al cantante que tiene en mente emprender “un largo viaje”.

Fue una jornada de dos horas y 15 minutos en la que se mostraron imágenes de artistas que han compartido inquietudes musicales con Fito Páez, algunos de los cuales ya no están vivos como es el caso de los inolvidables Mercedes Sosa y Luis Alberto Spinetta, y que dan cuenta del peso histórico musical que carga el rosarino, que ahora enfila su tour hacia otras latitudes.
Por Gonzalo Rodríguez Torres.