junio 20, 2013

Fattoruso, Roos y Fito Páez como entre amigos.

Semanas atrás, gente que daba la impresión que por primera vez llegaba hasta la boletería del Auditorio Nacional, preguntaba si allí iba a tocar Fito Páez. El hecho habla de la nueva política de la casa, que tiene detrás, obviamente, a Gerardo Grieco.

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Carlos Reyes
Y llegó el día: fue el martes último, cuando se juntaron tres grandes: Hugo Fattoruso, Jaime Roos y Fito Páez, para hacer Fatto in casa. Y el público convocado, que agotó las localidades a una semana de haber sido puestas a la venta, abarcaba un rango que iba más allá del estereotipo del roquero, dado que en la platea había desde matrimonios de gente mayor, hasta el mismo Danilo Astori. Se puede suponer que muchos seguidores, por ejemplo, de Roos, prefieren verlo en una cómoda sala, y no de pie en un escenario multitudinario.
En fin, más allá de esas consideraciones, el show comenzó desde lo pequeño, con el músico anfitrión en teclados, haciendo Desterrado. De a poco fue subiendo en ritmo, variedad y temperatura, hasta que llegó el detonante: Tierra virgen, de Toto Méndez. Fattoruso, al piano, tuvo que interrumpir la ejecución dada la lluvia de aplausos, para reanudarla, incluso con más vigor.
Seguramente el gran tecladista uruguayo sabía que con nombres como Fito Páez podía agotar las entradas en pocos días, y que una vez allí, el público iba a ser seducido de inmediato, con sus composiciones propias y con las ajenas. No es exagerar decir que el arte de Fattoruso se ubica al nivel creativo de lo que fue Jaurés Lamarque Pons en su tiempo.
De a poco el escenario se fue poblando de invitados, antes de la entrada del autor de Ciudad de pobres corazones, y de la del creador de Brindis por Pierrot. Con el percusionista Nicolás Arnicho tocaron un vertiginoso mano a mano: Fattoruso, con solo mirarlo, ya le comunicaba qué le estaba pidiendo. Dado que Fattoruso, Roos y Páez están lejos de ser "los tres tenores", el show se complementó con un coro de voces que sumaron talento: Ángela Álves, Gabriela Gómez, Norma Galfetti y Ana Laura Romano, más Albana Barrocas en voz y percusión.
Además, Carlos Quintana, Guzmán Mendaro y una cuerda de tambores (Diego Paredes, Noé Núñez y Fernando Núñez hijo), hicieron que el Auditorio se terminara de colmar con todos los ritmos, tonos y sonidos. No faltó ni el toque pintoresco del gramillero y la mama vieja.
Pese al clima informal, la presentación que Fattoruso hizo de Roos fue la de un verdadero maestro de ceremonia. Y Roos se la devolvió con creces, evocando tiempos de décadas atrás, que siguieron sacando aplausos cerrados al público. La graciosa canción De la canilla fue, entre otras, de las tantas que lograron conmover.
Cuando entró Fito Páez, el clima, que ya estaba muy arriba, hizo otro pico. Con Giros(adaptada la letra para la ocasión) el show tuvo otro momento memorable. El músico rosarino (además de expresar su admiración hacia Fattoruso), jugó libremente en escena, tocando a cuatro manos, intercambiando instrumentos, pero también buscando todo el tiempo no eclipsar al anfitrión, dada su popularidad.
Un show de estas características es sumamente bienvenido en todas partes, y en particular en el Auditorio. La informalidad y la familiaridad propia de los artistas, fue de la mano de la originalidad. Todo esto sin hablar del "Nego" Haedo, que se podría decir que, desde el foro, dio como un show aparte, muy gracioso.