junio 21, 2016

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Fito Páez arrasa en el Karl Marx

Casi cinco mil espectadores aullaron el repertorio del cantautor rosarino en La Habana durante más de dos horas


LA HABANA, Cuba.- “¡Ese tipo está loco! ¡Es un genio! ¡Te amo hermano!” Así se expresó, con lágrimas en los ojos, un joven colombiano que viajó a La Habana solo para ver a Fito Páez cerrar la gira latinoamericana en conmemoración al treinta aniversario de su disco “Giros”, ante casi cinco mil espectadores que aullaron durante más de dos horas el idolatrado repertorio del cantautor rosarino.
Tres décadas después de su primera visita a la capital cubana, Páez tomó otra vez por asalto el escenario del Karl Marx, el único teatro que puede dar cabida a tantos corazones henchidos de entusiasmo, nostalgia y esperanza. “Giros” es un símbolo para Cuba y América Latina, un lazo en el cual se estrechan muchas generaciones, un concilio estético, un canto al amor. Cuando aquellas nueve canciones llegaron a la Isla, ya lo novísimos de la trova cubana —Santiago Feliú, Carlos Varela, Frank Delgado y otros— entraban en su etapa de madurez artística. Sin embargo, las letras de aquel muchacho escuálido, escritas tras la estela de cantautores como Charly García y Luis Alberto Spinetta, inspiraron a la siguiente generación que reconfiguraría la cancionística insular en la década de 1990.

Ese gran aporte es reconocida por los cubanos devotos de la canción de autor; quienes anoche se dieron cita para corear, sin prisas ni pausas, cada tema de aquel fonograma revelador, que derribó para siempre el mito de que el rock había nacido para ser cantado en inglés. Una deuda de honor —y de amor— ha unido a Fito Páez con Cuba en una complicidad perpetua. Por tal motivo, y para que el tributo alcanzara su justa dimensión, varios músicos cubanos compartieron escena con él, regalando al público pasajes inolvidables en una velada que fue pura emoción, un disparo de adrenalina que se multiplicaba con canciones antológicas como “Yo vengo a ofrecer mi corazón” —interpretada junto a Pablo Milanés—, “Gente sin swing”, “Giros”, “Tumbas de gloria”, “Al lado del camino” y otras que hicieron posibles dos horas de perfecta felicidad.
Más allá de la grandeza artística de Páez y de lo que su emblemático álbum significa aún en nuestros días, el valor máximo del concierto fue ver a miles de cubanos solazarse en una energía digna de “Woodstock”. Todos en pie, familias transportadas en una dicha indescriptible, aplaudiendo, gritando, mientras Fito aporreaba su teclado o su guitarra, sin saber él mismo cómo corresponder a la lealtad y la pasión incondicionales de un público que no cree en aguaceros, ni en reventa de entradas, ni en un “no” por respuesta. El Karl Marx se estremeció bajo el tremendo empaque de la banda que respalda al cantautor con la potente sonoridad de un rock moldeado en la sensualidad del blues, tanto como en el ímpeto del heavy metal.
Hubo un instante supremo en el cual Fito Páez confesó que su primera visita a Cuba, en los años ochenta, le había salvado la vida. Una oleada de electrizante simpatía y gratitud sacudió a los presentes. De ahí en más, fue una entrega a manos llenas, de la escena a los palcos y viceversa. Fito Páez sabe que su deuda ha sido pagada con creces en cada actuación que dejó a los asistentes con el espíritu colmado y la esperanza renovada. Sabe que La Habana lo espera como a la luz del sol, como al verso que se abre paso, victorioso, entre tanta muerte y tanto odio. Por este concierto, y por insistir en regresar a la capital cubana —a pesar de haber sido en ella muy feliz— gracias Fito.
Concierto de Fito Páez en La Habana (foto del autor) 
Concierto de Fito Páez en La Habana (foto del autor)